domingo, 5 de agosto de 2012

La agricultura ecológica

Antes de que la utilización del los productos químicos convirtiera los campos en monótonas sucesiones de monocultivos, las tareas agrícolas se basaban en el arte de saber aprovechar los recursos naturales sin poner en peligro su propio equilibrio ni nuestra subsistencia. 
La agricultura ecológica actual no es una vuelta nostálgica al pasado, sino una recuperación y adecuación a nuestros medios actuales de los bienes que la naturaleza nos ha prodigado y de la sabiduría con que nuestros antepasados los utilizaban.  




El cultivo ecológico no pretende proteger ni dominar la naturaleza, sino aprender a administrarla. Por ejemplo, las hierbas que crecen compitiendo con las plantas cultivadas no se destruyen como "malas hierbas", sino que se les hace retroceder a tiempo con escardas y otros medios mecánicos o tradicionales, no agresivos con el medio y los cultivos. 
La contaminación de las aguas es menor, ya que no se recurre a la utilización de abonos artificiales y plaguicidas. En su lugar, se emplean abonos orgánicos animales y vegetales, tratamientos con productos naturales y rotaciones y asociaciones de cultivos. Así se procura una diversidad de hábitat en la que los parásitos y predadores pueden permanecer en equilibrio.  




La cría de animales, respetando sus necesidades vitales básicas, es un buen complemento al cultivo de vegetales, ya que aportan un abono muy necesario para éstos y convierte la granja en una unidad agrícola más diversificada y autosuficiente. 
El cultivo ecológico no es sólo una técnica sino una forma más cuidadosa de tratar la vida. Por eso la biotecnología y la ingeniería genética no son realmente una solución, porque nos alejan todavía más de la naturaleza. No se trata de construir una nueva naturaleza, sino de reencontrar nuestro sitio en ella.  




La agricultura ecológica no es una utopía. Cada vez hay más agricultores que transforman sus granjas hacia la producción ecológica. Y entre los consumidores cada vez es mayor la demanda de estos productos. La elección consciente de los alimentos procedentes de la agricultura ecológica es el voto más favorable hacia una política consecuente con el entorno y la alimentación. 
Es cierto que los alimentos procedentes de cultivos ecológicos son más caros que los procedentes de los cultivos convencionales, pero esto sólo es una apariencia. En el mismo peso, en los primeros, encontramos en comparación con los segundos: menos agua, más vitaminas, más proteínas, más oligoelementos, mejor sabor, más larga conservación y ningún contaminante químico. 



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